La presencia humana en la Región de Murcia data al menos de 1.400.000 años, constatada a través de restos humanos y utensilios asociados a los mismos. En Alhama de Murcia, los primeros asentamientos conocidos son del periodo eneolítico, es decir en el III milenio a.C., y de los que se han hallado hachas de piedra y otros restos de sílex, junto a fragmentos cerámicos.
La evolución y continuidad de este poblamiento, en cerros escarpados, con fácil defensa y recursos de agua, se halla documentada por hallazgos de molinos de mano, sílex, hachas de piedra, etc. recuperados en el Cabezo de Salaoso, Cerro del Castillo, y otros asentamientos en zonas llanas. A partir del siglo VIII a.C., las poblaciones argáricas y de Bronce final, inician un proceso de grandes cambios y contactos comerciales con fenicios y griegos, a través de los puertos de mar y de la vía de comunicación del valle del Guadalentín que llevará a la Cultura Ibérica. El poblado ibérico del Cerro del Castillo alcanzará un alto nivel de desarrollo en los siglos V y IV a.C. que se pone de manifiesto en los hallazgos de cerámicas áticas de Grecia y de Italia. Un ejemplo son los platos de barniz negro o la excepcional copa de Gnathia, junto a la conocida cerámica ibérica pintada.
El fin de las guerras púnicas y la conquista de Cartago Nova por los romanos en el año 209 a.C., supondrán la romanización del territorio. En Alhama, la existencia de un manantial de aguas minero medicinales sería aprovechado para la construcción de un gran complejo termal de uso medicinal y recreativo en el siglo I d.C.
Las villae romanas, grandes casas de campo, como la Casa del Malo, El Puntal, Casa de Martín Rodríguez, etc. se extienden por el término municipal con abundantes restos arqueológicos. De especial interés es el olpe romano con decoración fálica pintada y aplicada, relacionada con el culto oriental al dios Príapo, en los siglos II y III d.C. que nos habla de la romanización del territorio.
El apogeo de las Termas de Alhama y de las villas se mantendrá hasta la crisis general del Imperio romano, patente a partir del siglo d.C., manteniendo en los siglos siguientes una escasa clientela en unas instalaciones de decadencia.
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